“Nadie se daba cuenta de que, al ahorrar tiempo, en realidad ahorraba otra cosa. Nadie quería darse cuenta de que su vida se volvía cada vez más pobre, más monótona y más fría”. Que levante la mano quien no haya tenido esta sensación en las últimas horas. En estos tiempos de crisis, miedo y angustia, recomendamos este clásico de Michael Ende. Para poner los puntos sobre las íes, para recordar lo que de verdad importa.
He aquí algunos párrafos sueltos que reflejan su esencia. Quizá así te pique el gusanillo:
“Al norte de la ciudad se extendían ya inmensos barrios nuevos. Se alzaban allí, en filas interminables, las casas de vecindad de muchos pisos, que se parecían entre sí como un huevo a otro. Y como todas las casas eran iguales, también las calles eran iguales. Y estas calles monótonas crecían y crecían y se extendían hasta el horizonte: un desierto de monotonía. Del mismo modo discurría la vida de los hombres que vivían en ellas: derechas hasta el horizonte. Porque aquí, todo estaba calculado y planificado con exactitud, cada centímetro y cada instante”.
“Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar el ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo.
«Y nadie lo sabe tan bien, precisamente, como los hombres grises. Nadie sabía apreciar tan bien el valor de una hora, de un minuto, de un segundo de vida, incluso, como ellos. Claro que lo apreciaban a su manera, como las sanguijuelas aprecian la sangre, y así actuaban.”
«Los que lo sentían con claridad eran los niños, pues para ellos nadie tenía tiempo.»
Los hombres grises
“Nacen porque los hombres les dan posibilidad de nacer. Con eso basta para que existan. Y ahora los hombres les dan, encima, la posibilidad de dominarlos. Y también eso basta para que ocurra.”
“Pero una cosa está clara: ahora que sabemos que existen y qué hacen, tenemos que entablar batalla contra ellos; ¿o es que tienes miedo?”