Los ciudadanos nos mereceríamos una respuesta diferente. Pero ni siquiera cediendo ante esa ominosa contestación le damos la razón el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. Todos los estudios, indica Ecologistas en Acción, demuestran justo lo contrario: lo caro es permitir los niveles de contaminación como los que tenemos en muchas de nuestras ciudades.

De Madrid al cielo (si la contaminación nos deja), por Sergio Cambelo
Gallardón acaba de afirmar que no puede reducir el flujo de automóviles que llegan de fuera de Madrid porque causaría un perjuicio económico “muy grande”, “un empobrecimiento y una pérdida de competitividad y, por tanto, de empleo”. Esta afirmación es similar a otras que han realizado diversos responsables políticos, o cuando menos es lo que se deduce de sus políticas cotidianas, en las que se da prioridad al tráfico de automóviles antes que a la salud de la gente “para no perjudicar a la economía”.
Sin embargo, esta forma de pensar y actuar es profundamente errónea. Porque la situación es justo la contraria: luchar contra la contaminación es rentable y crea empleo.
Los niveles actuales de contaminación atmosférica tienen una responsabilidad directa sobre el gasto médico y de la Seguridad Social, implicando un importante porcentaje de visitas hospitalarias, necesidad de medicación y bajas laborales.
Los costes económicos de la contaminación atmosférica en el Estado español referentes a la salud, según el informe elaborado por el Observatorio de la Sostenibilidad en España en 2007, son de “al menos 16.839 millones de euros aunque, según las estimaciones realizadas, la cifra podría llegar a cerca de 46.000 millones (45.838). Ello supone que los costes derivados de la contaminación atmosférica representan entre un 1,7% y un 4,7% del PIB español, lo que equivale a entre 413 y 1.125 euros por habitante y año”.
Otra estimación calcula que el coste anual que los problemas derivados de impactos a la salud por ozono y partículas en suspensión en el año 2000 en la UE-25 fue de entre 276 y 790.000 millones de euros, lo que supone entre el 3 y el 9% del PIB de la Europa de los 25. Además de estos efectos más o menos cuantificables sobre la salud, se produce un daño amplio y significativo al medio ambiente, a los cultivos y al patrimonio cultural.
Aunque los cambios necesarios en los modos de producción o en nuestro modelo de transporte implican un coste, éste se ve superado con creces por los beneficios. A esta conclusión llegó la Comisión Europea en un “análisis de impacto” que realizó, con el que pretendía calcular el coste de la aplicación de políticas de mejora de la calidad del aire. Incluso en el peor de los escenarios posibles, los beneficios superaban entre 1,4 y 4,5 veces a los costes.
Entre tanto, nuestros responsables políticos siguen permitiendo que respiremos un aire malsano para no perjudicar a la economía. Así nos va.
Para saber más: informes anuales de calidad del aire y otra documentación de interés.