Lo que ves y lo que es

viernes 8/06/2012, por (27 artículos)

La vida está llena de discordancias entre lo que las cosas son y lo que creemos de ellas. Quizá lo mejor sea que cada uno se vaya construyendo una explicación a la medida de su curiosidad, sus fuerzas y su sinceridad.

¿Por qué vemos el cielo azul? «Porque es azul», sería una espontanea respuesta. Sí, sí, ya sé que hay una explicación física que nos razona que lo veamos así, aunque no sea así. Pero es un hecho que habrá algunos, quizá muchos, convencidos de que el cielo es azul y por ello, con lógica aplastante, se ve azul.

Mariposas en el cerebro (ilustración)

Los intercambios verbales que se dan en nuestra relación política abundan en lo que llamamos «lugares comunes» que, a fin de cuentas, expresan una mayor o menor disfunción entre nuestra opinión íntima y lo que decimos para salir del paso en alguna ocasión. El libro Tantos tontos tópicos, de Aurelio Arteta, presenta muchas y variadas frases de esas que se usan a mansalva y que, según él afirma (y yo así lo creo también), no son tan inocuas. Una de ellas: «Al enemigo, ni agua». No voy aquí a repetir su análisis (ni mucho menos a competir con Arteta), sólo decir que es evidente que el «enemigo» puede, en un asunto concreto, tener razón, estar más acertado, pero por ser «del otro bando» se le niega todo, incluso escucharlo, y se le acusa de lo que haga falta. Y puede que el sectario (como los llama Arteta), el que no reconoce la verdad del otro por ser su adversario, lo vea así, cegado a todo lo que venga del «otro campo». Lo grave de esta incoherencia entre lo cierto y lo que se aprecia es que es de orden ético, con consecuencias en la calidad del engranaje social.

Me puse a escribir estas líneas pensando en mi gata Tila, cuya vida cesó hace pocos días. ¿Qué ocurre cuando un ser vivo abandona su vida actual? Si es humano, muchos creen que hay algo esencial suyo (con muy distintos nombres y concepciones) que permanece. Esto es pensado por algunas corrientes hasta para los seres vivos no humanos. Desde otra perspectiva, quizá menos extendida pero también poderosa, no queda nada después de lo que llamamos (ahora sí, con pleno sentido) muerte. No podemos demostrar que una u otra concepción sea la correcta, a pesar de la esencial distancia que las separa. ¿Tiene esta separación la influencia correspondiente en la vida social?

Hay muchos otros fenómenos con los que ocurre lo mismo, esa diferencia tan radical a la hora de captar algo. Con el amor, por ejemplo. Desde los que «saben» que el amor es el subproducto de unas reacciones químicas, hasta los que «creen» que es una operación de nuestra alma, con el objetivo de ser más felices. El mundo está lleno de desacuerdos de este tipo, que crean no pocos conflictos.

¿Y cuál es la respuesta en estas cuestiones tan ligadas a nuestra vida como son la muerte o el amor? Quizá lo mejor sea que cada uno se vaya construyendo una explicación a la medida de su curiosidad, sus fuerzas y su sinceridad. Yo apuesto por procurar saber qué son las cosas, pero, a veces, es un consuelo solo verlas, como el azul del cielo. Pues si no, no sabríamos del amante llevando una rosa a su amor; el abuelo no le contaría un cuento de hadas al nieto o -¡qué horror, qué desastre!- desaparecería la fiesta del día de san Valentín.

Ilustración: Mariposas en el cerebro, por Tom Beddard


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