He aquí una composición musical diseñada para durar mil años. Sonará hasta el final de 2999. Y en ese momento, si es que los humanos hemos dejado títere con cabeza para entonces, habrá completado su ciclo y volverá a comenzar de nuevo. Longplayer, como se llama esta iniciativa, se puede escuchar en el faro del puerto Trinity Buoy, en Londres, desde donde lleva sonando desde 1999. Y, globalmente, en streaming por Internet.

El tiempo desaparece, por Travis Miller
Esta música reproduce el sonido de los cuencos tibetanos, con resonancias armónicamente muy ricas y fáciles de reproducir, y una cualidad que es al mismo tiempo física y etérea, como caminar entre algodones.
El proyecto nació de una preocupación conceptual con la representación y la comprensión de la fluidez y la expansión del tiempo. Tiene la forma de una composición musical, pero también puede interpretarse como un proceso vivo de 1.000 años, una forma de vida artificial diseñada para sobrevivir todo este tiempo.
«Al hacer el tiempo tangible, el continuo de Longplayer ayuda a reducir el vertiginoso miedo al infinito y, de alguna manera, endulza el pensamiento de nuestra mortalidad«, dice el creador del proyecto. «La música puede verse como un faro que indica el camino, una estrategia de supervivencia de las especies en una cultura de cambios rápidos».
Y a todo esto, ¿cómo suena? Llevamos un par de horas escuchándolo (un 0,00002 de su duración total, si no me equivoco con las cuentas) y mi marido ya está haciendo las maletas.