Hablemos menos y escuchemos más

martes 21/09/2010, por (32 artículos)

Tantos años de escolaridad a nuestras espaldas y seguimos como en el siglo XVI, cuando se lamentaba Montaigne: “Nos enseñan a vivir cuando la vida ha pasado”.

Tal vez sea esa contradicción lo que nos empuja a los viejos a considerarnos “catedráticos de experiencia” y a dar consejos por oficio, sin aguardar a que nos los pidan.

Entiendan, pues, la deriva que va tomando este rincón (ya habrán observado que mi amigo Alejandro también se harta de darlos, eso sí, con habilidad, ternura y poesía) y tomen buena nota del que encabeza estas líneas.

Primer plano de oreja

¿Estás escuchando?, por Cameron Cassan

Me lo sugiere la nostalgia al ver cómo las conversaciones entre conocidos del vecindario, en el autobús del barrio, van siendo anegadas por el parloteo sin tregua de tantas personas autistas, pegadas a su móvil, que suben el tono cuando el que escucha –es un suponer– intenta colar una palabra en su monólogo y castigan con su charlatanería al resto de viajeros. (Parece, por cierto, que pronto el castigo se extenderá a los lectores del Metro)

Representan a la perfección el vicio de la sordera voluntaria que tan agudamente retrataba Plutarco: la de las personas que no escuchan, porque siempre están parloteando, y que parecen reprochar a la naturaleza que les haya dotado de una sola lengua y dos oídos.

Reivindiquemos la profundidad, el misterio y la sobriedad del silencio, que permite el oír y el ser oído, conocer y comprender al otro, frente a la desconsideración y los peligros de la charlatanería. Quien no para de hablar, ni escucha ni asimila. La verborrea inagotable aburre y resta toda credibilidad a lo que se dice. Con frecuencia, además, esa intemperancia ofende y asusta. Ciertamente, los charlatanes son un peligro.

En este asunto, deberíamos atenernos al refrán castellano: “Pésame de haber hablado y nunca de haber callado”. Siempre podremos decir lo que en algún momento silenciamos; pero no podemos, de ninguna manera, callar lo dicho, porque a partir de ese momento se ha difundido y ha escapado a nuestro control.

Hay, claro, una excepción a esa prédica del refrán: lo que no dijimos, en su momento, a las personas queridas que ya no están con nosotros. Pero, aún en este caso, el pesar por las palabras de afecto, gratitud y disculpa no pronunciadas cede ante el sentimiento por lo que no aprendimos de ellos, por lo mucho que ignoramos de sus vidas ¡Les escuchamos tan poco!


3 comentarios a “Hablemos menos y escuchemos más”

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  1. Alejandro M. Masedo dice:

    Gracias, Patricio, por tus amables alabanzas a mis regulares escritos. Pues aunque hay evidente exageración en ellas, se agradecen por lo mismo que los elogios funcionan, afortunadamente, como el dicho de «calumnia, que algo queda».
    Y como escribir no es hablar -y caer en lo exagerado, la charlatanería- invito a los lectores a que no se contengan y vuelquen aquí sus comentarios a tus palabras que algo enseñan y mucho agradan.
    A.

  2. mome dice:

    No estaría mal introducir en la escuela lecciones de silencio, lecciones de inmobilidad activa, lecciones de escuchar.

  3. Patricia dice:

    No sólo a las personas que no están con nosotros , a veces es bueno hablar y decirles a los demás lo importantes que son para tí.Eso se dice con pocas palabras , ¡ójalá ocupáramos nuestro tiempo en decir cosas de verdad (de esas que salen de dentro y son sólo nuestras) en vez de hablar por hablar!

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Patricio de Blas

Profesor jubilado

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