Y nos ilustra sobre la sinrazón en la que nos hemos instalado: Gobiernos empequeñecidos, empresas engrandecidas y ensoberbecidas, instituciones internacionales paralizadas por la mezquindad y la incapacidad de los estados que las componen. Tampoco el retrato que nos ofrece de nosotros mismos nos favorece mucho: consumidores compulsivos, mentalidades estrechas –de Comunidad Autónoma, de gremio…–, seres, en fin, que no vemos, no oímos y no entendemos de los peligros que nos acechan.

Futuro, por H. Kopp-Delaney
Sí, claro, estoy pensando en las catástrofes de Japón –la sísmica y la nuclear–, y en la angustia de un pueblo inteligente y trabajador que lucha contra la incertidumbre y contra sus fantasmas del pasado. Y lo hace –¿lo hacía? – con ánimo y con éxito.
Y pienso, claro, en la revolución de los pueblos del Norte de África contra sus tiranos y en la pasividad con que la contemplamos, desde la platea, como si pudiéramos ser sólo espectadores en esta función. ¡Ay, este drama de Libia, en el que querríamos que nos tragara la butaca desde la que asistimos a la función!
Nos informan los medios de una juventud que reclama libertad, que reniega de unos gobernantes corruptos e irresponsables, que no hacen nada para mejorar las condiciones de vida de la gente, y que no saben, o no quieren, preparar un horizonte esperanzador. Y de algo más: que están dispuestos a morir para echarlos. Porque lo que los mueve no son los partidos, ni las mezquitas, sino su dignidad herida y su falta de libertad.
Por una vez, el rincón del jubilado no tiene consejos que dar ni lecciones que ofrecer. Fuera de la seguridad de los libros, en la intemperie de la actualidad, siente sólo perplejidad por la historia –lo peor de la historia– que se repite, y por los errores que se acumulan. Y, también, esperanza.
Pero, probablemente –piensa el jubilado–, la perplejidad es sentimiento de viejo –el miedo, la evidencia de que no hemos aprendido nada…–, pero los lectores de Vida Sencilla, y sus compañeros de trabajo, de estudios y de ilusiones, no son diferentes de la juventud musulmana y en sus corazones se están incubando ya las uvas de su ira. Por eso, la esperanza.
Seguramente, compañero de rincón, colega jubilado, estés abatido como muchos lo estamos por tantas desgracias, cercanas y lejanas, como se nos echan encima. Pero ¡ánimo!, que con eso de la perplejidad que dices al final no estoy tan de acuerdo. ¿Por qué no pensar que se quedan perplejos los sabios, los que saben y comprenden?
Claro que también lo niños y aquellos con espiritu infantil caen en la perplejidad, pero no creo, a estas alturas, que ese sea nuestro caso.
Así que ¡arriba la pluma!
excepcional artículo. enhorabuena!