Hay mucha información que nos advierte sobre la alimentación actual: alimentos tóxicos y agresiones al medio ambiente. Todos y todas tenemos una necesidad básica: comer cada día. Entonces, entramos en crisis y pensamos “¿qué puedo hacer yo?” y automáticamente después, nos conformamos pensando que “es lo que hay”.
Seguimos comprando, cocinando y comiendo.
En este documental descubriremos la falacia alimentaria de los comedores colectivos, siguiendo la vivencia de la cocinera de un geriátrico que se vio obligada a aparcar su profesión para ofrecer productos en lugar de alimentos y preparar comidas sin cocinar. Decidió que aquello no podía ser: ella había decidido dedicarse a la cocina para alimentar personas, no para llenar estómagos. El problema no estaba en ese negocio en concreto, sino en la base de todo: los alimentos y los intereses económicos que genera y la cultura alimentaria de nuestra sociedad. Se informó, investigó y encontró una realidad que había que cambiar. Se fue al principio de todo: a las escuelas. Educar en una buena alimentación a los niños abría la posibilidad de un cambio progresivo y global para generaciones futuras. La escuela, como institución, es el punto de partida desde el que podemos construir un futuro mejor.
Políticos, empresarios, docentes, cocineros y familias. Todos tienen sus intereses y preocupaciones, pero los que cada día se sientan delante del plato son los niños y niñas.
¿Come o se alimenta?
Lunes
Precocinados. Varitas de pescado, buñuelos de bacalao, empanadillas de atún, croquetas. Para las empresas es un plato de bajo coste. Para el cocinero una bolsa para freír.
Martes
Ensaladas. Apunta la receta: cortamos un iceberg (bola de lechuga de plástico), abrimos las latas de: zanahoria rallada, remolacha rallada, maíz (transgénico), aceitunas y…, si le queremos dar un punto fresco, tomate de Almería que crece fuera de temporada en invernaderos con calefacción: ya tenemos el color rojo en el plato. El cocinero abre latas con cuidado de no cortarse, ¡es un trabajo peligroso!
Miércoles
Carne. No podemos llamar carne a las cosas que no lo son: las hamburguesas no deberían ser rosas, la ternera es roja. Podemos ofrecer carne cada día: la producción masificada en las granjas nos ofrece una proteína a bajo coste.
Jueves
Pescado. La panga es la estrella de los ríos contaminados de China y de los platos del comedor. El cocinero no la conocía, su madre tampoco, y nadie sabe qué forma tiene cuando está viva: siempre la cogemos de la bolsa ya fileteada.
Viernes
Verdura. Congelada y destemporalizada. Queremos que los niños coman verduras, es muy bueno para su salud. El cocinero abre la bolsa y vierte el contenido en la olla, ya tenemos el plato: verduras grises, aguadas y sin sabor.
Ya tenemos el menú de la semana: productos de dudosa calidad alimentaria y grave impacto medioambiental. Los cocineros, grandes abridores de latas y bolsas, preparan cada día la comida y los niños y niñas en la mesa intentando alimentarse y disfrutar del plato.
Ante esto, no podemos ser indiferentes escudándonos en el “es lo que hay!”. Podemos pedir un cambio: las empresas tienen que comprar alimentos de calidad, los cocineros deben cocinar y los niños deben alimentarse: El cambio es posible, ¡ya es una realidad!
“El plato o la vida” quiere informar, inspirar y animar. ¿De quién depende el cambio? De la conciencia social pero, sobre todo y en primer lugar, de las familias. Como usuarias pueden decidir quién gestiona el servicio de comedor del colegio y como quieren que lo haga, ya sea desde el AMPA o desde los consejos escolares.
El primer paso: recibir la información, tomar conciencia y ejercer nuestros derechos.
Texto extraído de la web de El plato o la vida