Mercedes Gallego

Mercedes Gallego es corresponsal de El Correo en Nueva York.


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Confesiones de una atea

Volví a Haití en el terremoto atormentada por el dilema de la responsabilidad profesional. Si no lográbamos tocar la fibra sensible de los lectores con una historia aún más truculenta que las anteriores, no se detendrían a leerla. Pero si les dejábamos concluir que un año después no ha cambiado nada, perderían la motivación para seguir ayudando a un pueblo que depende por completo de la generosidad del mundo.

Haití

Nuestros relatos del apocalípsis y los miles de muertos descomponiéndose por las calles habían sido dardos en las conciencias del mundo. La gente se llevó las manos a los bolsillos como nunca antes y ahí mismo, frente a las estremecedoras imágenes que se sucedían en las calles de Puerto Príncipe, se abrió de pronto la posibilidad de un renacer para Haití. Poco después, sin embargo, habíamos traspasado con nuestras plumas el umbral del dolor. Cuando el secretario general de la ONU Ban Ki moon lanzó en noviembre la urgente petición de 164 millones de dólares para detener la epidemia de cólera, sólo recibió el 20%. El mundo se había anestesiado frente a las infinitas calamidades de los haitianos. Seguir leyendo

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