Lo cuenta Baltasar Gracián, jesuita y gran escritor del Siglo de Oro, tan admirado y copiado fuera como desconocido dentro de nuestras fronteras, en su novela filosófica El Criticón.
La acción se sitúa en un paraje ficticio –virtual– la aduana general de las edades, el pasadizo de la juventud a la edad madura, donde comparecen todos los pasajeros de la vida y manifiestan la mercancía que pasan y se averigua de dónde vienen y a dónde van a parar.
En aquel trance, cuenta Gracián, “muchos no atinaban a responder, que los más no saben dar razón de sí mismos. Respondía uno que adonde le llevaba el tiempo. Otro, que seguía adelante porque no podía volver atrás. En busca de la fama, dijeron algunos que iban, muchos tras la riqueza, y muy pocos los que a ser personas”. Estos últimos, señala Gracián, fueron oídos de todos con gran aplauso.
Aprender a ser personas según este genial aragonés es llegar a ese punto en el que el hombre consigue tener gusto y opinión propios y no depender de los ajenos, “que los más en el mundo gustan de lo que ven gustar a otros, alaban lo que oyeron alabar; y si les preguntáis en qué está lo bueno de lo que celebran, no saben decirlo; de modo que viven por otros y se guían por entendimientos ajenos”.
Pero, ¿Cómo se aprende a ser persona? ¿Quienes son los maestros de esta asignatura fundamental?
No se trata, claro, de ir sumando las recetas que nos ofrecen los tratados de autoayuda al uso para afrontar, una a una, las situaciones que nos presenta la vida: educar el gusto, las emociones, los hijos…; afrontar el cáncer, la vejez, la muerte de un ser querido…; resolver conflictos de pareja, de trabajo, de familia; para superar la timidez, la ansiedad…
No. Hablamos de algo más profundo, de la forma de ser que es la raíz y razón de nuestro comportamiento en toda circunstancia y con todas las personas. Ser persona, entonces, constituye un programa de trabajo, el mejor, para toda una vida. Porque “no se nace hecho y cada día se va perfeccionando en la persona y en el empleo, hasta llegar al punto del consumado ser”.
Y a ser no se aprende leyendo. Al menos, no solo leyendo. El propio ser se construye día a día con la reflexión sobre las metas que nos fijamos y los errores que cometemos, con el ejercicio de la voluntad para corregirlos y frecuentando las amistades que nos ofrecen sinceramente el reflejo de lo que somos. Una tarea compleja sobre la que hemos de tratar en otras ocasiones.
El Criticón.
Un libro sobre todo y para todo.
Enseñanzas de vida desde múltiples y audaces perspectivas. Complejo, profundo y lleno de matices. Todo ello en un libro de mediana-pequeña extensión. Milagro de un inmortal: Baltazar Gracián.
Gracias
Como bien dices, es «un programa de trabajo, el mejor, para toda una vida». Lo que pasa es que estamos en la cultura del momento. Todos quieren todo YA. Nada de esperas ni sacrificios. Supongo que por eso triunfan esos pequeños recetarios de autoayuda con las 10 claves para alcanzar la felicidad.
Ser persona, ¡qué meta tan difícil y a la vez qué apasionante !Pero nos distraemos fácimente con lo superficial que parece tan importante y que no nos deja ver. Pero hay que intentarlo y poner atención creo que merece la pena.
Con Miguel López ya somos dos, por lo menos, los seguidores de Gracián entre los amigos de Vida Sencilla. Animaros que “El Criticón” es como una “road movie”; lo bueno está en el camino más que en el desenlace final.
A Patricia y al comentarista anónimo les diría que este combate por «aprender a ser persona» tiene unas reglas básicas que lo hacen más apasionante: se libra todos los días en pequeños detalles en los que se pueden conseguir avances parciales que animan a proseguir la pelea, y se desarrolla ante uno mismo, sin testigos, y sin otras motivaciones, por lo tanto, que la propia superación personal.
Recuerdo la estrategia del “examen particular” que proponía -creo- San Ignacio, que fue capitán antes que cura, para llegar a la cristiana perfección. Consistía en fijarse, semanalmente, un objetivo concreto en orden a promover una virtud particular. Luego, cada día, se dedicaba unos minutos a analizar los fallos cometidos en esa parcela del comportamiento. Si les daba resultado a los curas ….
sin perder nuestra esencia personal, leyendo se es otro modo, se es mejor, se es mas, leyendo somos alguien en en mundo, podemos influir mejor en el..