Los alimentos orgánicos no son más saludables… ¿de veras?

jueves 11/10/2012, por Iñaki Berazaluce

Las personas buscamos en la realidad verdades absolutas que confirmen nuestra visión del mundo y justifiquen nuestras acciones.

Por ejemplo, un vegetariano que sólo consuma verduras ecológicas producidas en su comarca encontrará un infinidad de razones para denigrar la agricultura industrial, las grandes superficies, el uso de pesticidas y los transgénicos. Por su parte, el omnívoro que jamás se ha preocupado por cómo ni dónde se producen sus alimentos tendrá fundadas razones para pensar que aquel no es más que un pijo que puede permitirse preocuparse por su salud y la del planeta únicamente porque tiene garantizado el sustento de los suyos.

Una chica descubre una fuente de comida. Dentro, un signo de interrogación

La semana pasada tuvo gran difusión un estudio de la Universidad de Stanford que ponía en duda las ventajas nutricionales de los alimentos orgánicos. El trabajo -en realidad, un metaanálisis de estudios previos, recibió el eco mediático previsible en estos casos: una verdad absoluta –”Los alimentos orgánicos no son más saludables”– sobre un asunto -la alimentación- que nos afecta a todos y que en buena parte determina nuestra forma de vida y actitud ante el mundo. Si damos por bueno el titular, la cosmovisión del consumidor omnívoro y despreocupado (soy consciente: un cliché) queda confirmada: sólo un sibarita con posibles puede permitirse comprar verduras ecológicas al doble del precio de sus equivalentes “industriales” en el supermercado por un quítame allá esos pesticidas.

Pero resulta que no todo es tan sencillo. Tendemos a pensar que la ciencia esgrime verdades absolutas y que una institución de prestigio -como Stanford- trabaja con objetividad, ajena a las presiones de los lobbies corporativos y del propio sesgo ideológico de sus integrantes. Crasos errores. El estudio en cuestión es un caso prístino de mala ciencia, denuncia el escritor David Sirota en un artículo en Salon (“Science get busted”), tanto en su elaboración como en su difusión. La nota de prensa difundida por la Universidad de Stanford hacía hincapié en que los investigadores “no encontraron una fuerte evidencia de que los alimentos orgánicos son más nutritivos o impliquen menores riesgos a la salud que sus alternativas convencionales”. Sin embargo, esta misma comunicación -repetida por los medios de comunicación, generalmente obedientes voceros de la fuente oficial- obvió otros hallazgos del estudio como “la evidencia de mayores niveles en sangre de residuos de pesticidas entre los niños que consumen alimentos cultivados convencionalmente” o que “microbios resistentes a los antibióticos fueron hallados con mayor frecuencia entre pollos y cerdos criados de modo tradicional”.

La omisión de un dato y el énfasis en otro no es inocente. Como no tardaron en apreciar las organizaciones de consumidores, Stanford es un gran receptor de fondos de corporaciones agrícolas como Cargill, “que tiene un evidente interés financiero en denigrar la agricultura orgánica”, dice Sirota. La universidad no oculta este vínculo pero defiende su independencia alegando que las ayudas de Cargill van a parar a un departamento distinto al que elaboró el estudio en cuestión.

Cuando El País elaboró un reportaje sobre los alimentos orgánicos utilizando como percha el estudio de Stanford, pidió opinión a Daniel López, representante de Ecologistas en Acción, quien dio una respuesta muy apropiada para el caso: “Seguro que si busco, encuentro cientos de artículos en revistas de igual peso que dicen lo contrario”. Y tiene toda la razón: buena parte de la comunicación científica actual -especialmente la que afecta a sectores productivos con un peso económico relevante- no busca tanto desvelar la verdad como moldear la opinión pública, condicionar la cosmovisión y, finalmente, influir en la decisión de compra de millones de personas, así como en la elaboración de leyes por parte de los gobiernos. Según Sirota, “si bien hay métodos diabólicos efectivos de manipular el discurso político, aquel que utiliza la financiación corporativa para pasar propaganda por ciencia, es el más insidioso de todos”.

¿Nutren más y mejor los alimentos orgánicos? No tengo ni idea, pero compruébalo por ti mismo. No busques en la ciencia (subvencionada) verdades absolutas.

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas el 9 de septiembre de 2012.

Artículo original (en inglés) en Salon.com. Con información de El País.

Ilustración: Comida dudosa, por Gustavo Peres.


Un comentario a “Los alimentos orgánicos no son más saludables… ¿de veras?”

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  1. Pablo dice:

    Lo unico que me creo es organico es lo que planto y cuido yo, lo demas (seguramente) llevara algun pesticida o agua no adecuada.Vale la pena pagar el doble? Creo que no.

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