Durante las últimas décadas el éxodo del campo a la ciudad ha sido imparable. Aparte de la dureza que ya de por sí supone vivir en -y sobre todo de- el campo; la espantada de sus pequeños núcleos rurales hacia las ciudades, ha provocado una paulatina anorexia en las villas y una elefantiasis de las metrópolis. Para quienes vinieron del campo a la ciudad en busca de una vida con más oportunidades, sería casi una vuelta natural a su lugar de origen. Éstos probablemente han entregado parte –o gran parte- de sus vidas a un entorno que quizá les resulte hostil, infranqueable, pernicioso y devorador pero que, al mismo tiempo, emite unas invisibles ondas que atrapan a las personas: la ciudad.
Irresistible polo de atracción para unos, devorador de existencias para otros, la urbe va camino de convertirse, si es que no lo es ya, en el espacio de mayor densidad de población del globo. A principios del SXXI, esos inmensos hormigueros humanos llamados ciudades albergan nada menos que al 50% de la población mundial y las previsiones –conservadoras, diría- vaticinan que para 2050 más del 70% de los habitantes del planeta vivirán en ciudades. ¿Qué misterioso hechizo les convierte en un imán para la vida? Probablemente la primera respuesta, la razón que ha provocado este éxodo masivo del campo a la ciudad haya sido el trabajo. Además hay otras colaterales –derivadas de este primer motivo, como son los estudios, la oferta cultural, los servicios, el comfort, etc.- pero la primera de todas las razones, la razón-nodriza, la que da sentido a todo el sistema es el trabajo. Con trabajo hay acceso –al menos en teoría- a todos esos dulces prometidos. Igual que un niño con dinero en el bolsillo se siente un poco rey en una tienda de chuches, cuando uno tiene trabajo, puede acceder a diversos bienes.
Pero, ¿qué ocurre cuando el principal atractivo de las ciudades mengua o va a los diarios para hallar las múltiples respuestas a esta pregunta. Cuando el trabajo escasea el escenario se complica y esa complicación puede llegar a niveles de deshumanización terribles. Es entonces cuando algunas personas rescatan el clásico ¿qué hago yo aquí? Y medio en broma, medio en serio, empiezan a imaginarse en un proyecto de vida más amable.
El sueño puede ser compartido por muchos, pero hay –por así decirlo- una tipología diversa de personas que estarían dispuestas a volver al campo. Por un lado, están los que un día tuvieron que abandonarlo y cambiarlo por la ciudad y simplemente echan de menos su espacio natural. Otros, en cambio, son urbanitas –a veces muy sofisticados- que gracias a las nuevas tecnologías y fórmulas similares, pueden permitirse trabajar a distancia de sus oficinas y sus clientes. Suelen ser unos privilegiados –aunque también los hay osados que arriesgan por nuevos modelos de vida- y simplemente cambian el entorno rural por el urbano, pero suelen seguir teniendo un modo de vida sofisticados. Son los conocidos como neorrurales. Y por último, estarían aquellos que, sin ser de campo ni pretender vivir como en la ciudad, deciden volver al campo o a un pueblo pequeño en busca de una vida más tranquila, equilibrada, armoniosa y natural. Y sí, es posible que no dispongan de todas las comodidades que tenían antaño: pero su apuesta personal les merece la pena.
En algunos casos pertenecen a movimientos tipo slow o similar, que apuestan por una vida más simple. En otros, suelen estar ligados a una muy fuerte conciencia ecologista –como por ejemplo los integrantes de las ecoaldeas– y buscan un modelo de vida mucho más sostenible y menos invasor para con el planeta que todos habitamos. A todo este elenco, ahora podríamos añadir los que simplemente se han quedado sin trabajo y que ven cómo tanto las ciudades como el Estado de Bienestar agonizan ante un modelo que parece estar en las últimas y en el que no ven cabida.
Algunas personas como Roger Gómez, co-guionista y director de la serie "El poble del costat", piensan que en un futuro próximo las personas demandarán «tiempo y espacio», tiempo para ser y espacio para desarrollar ese ser. Y sin buscar un campo de diseño, ni necesariamente una conciencia ecológica radical, simplemente emigrarán en sentido inverso, para ver si por fin, en algún lado, son capaces de construir un relato vital más sencillo, ajeno a las infinitas presiones diarias que la sociedad ejerce en los más diversos puntos –cardinales y ordinales- de los ciudadanos. Una fuerza centrípeta les expulsa fuera del sistema casi por necesidad, pero en el fondo late la idea de poder encontrarse de nuevo con ellos mismos, en algún lugar donde el tiempo sea tiempo, donde el espacio no sea ínfimo y donde el oxígeno aún pueda respirarse sin morir en el intento. Donde la naturaleza aún sea un poco generosa y permita soñar con la idea de empezar de nuevo. Y lo que es mejor, sin tener que pagar tan alto peaje por ello.
jajaja! Qué cierto, yo soy una de esas que guarda cuidadosamente el deseo de marchar al campo (desde los 14 años!) y llevar una vida autosuficiente. Además resulta que, a diferencia de la mayoría, no tengo pueblo : ( por lo que se ha convertido en una verdadera obsesión para mí. Sin embargo, justo cuando empecé a planearlo, conocí a alguien… así que no resultaba tan sencillo irse : )
Lo bueno es que l@s 2 compartimos esa idea, así que esperamos poder cumplir nuestro deseo pronto!
Bueno creo que el fenómeno de la despoblación es algo muy preocupante en el mundo entero, y en la mayoria de los casos sucede por la falta de politicas locales y estrategias de desarrollo local o rural, en estos momentos yo realizo en Cuba un documental que trata sobre el tema la despoblacion de una comunidad esa es mi propuesta de mi trabajo de tesis en opción al título de lisenciado en periodismo. La despoblación independientemente que sea un problema generado por los miembros de la comunidad despoblada en aras de su propio desarrrollo es un problema que le compete, no solo algobierno sino a todos los factores e instituciones que integran esa comunidad y de otras que tributan a ella. ¿Quien trabajará el campo? Ese es un problema vigente en el mundo entero hoy más que nunca porque se necesita trabajar la tierra para sustituir todo tipo de importación y generar fuentes de empleo.