No sé a ustedes, pero al jubilado que suscribe le ha sorprendido la escasa polémica suscitada por el anunciado proyecto de “ley de dinamización del comercio” de la Comunidad de Madrid que permitirá abrir los comercios las 24 horas del día, los 365 días del año. Sólo se ha oído la protesta de los pequeños comerciantes, que ven en ella, con razón, un peligro para su estilo de vida y para su negocio, ante la competencia desigual de los grandes centros comerciales.
Educado, como corresponde a mi edad, en la España del nacional-catolicismo, echo en falta, sobre todo, una denuncia de la jerarquía católica por el ataque que representa, la tal dinamización, contra el tercer mandamiento de la ley de Dios: Santificarás las fiestas. Al menos, alguna pastoral como las que dedicó a este asunto, a mediados del siglo pasado, un ilustre prelado, don Fidel García Martínez, ante “la profanación del día del Señor” por los campesinos riojanos:
¿Cuándo va a adquirir el obrero, el labrador, -se lamentaba el obispo- esa cultura profesional y aún la general que necesita todo ciudadano para saber gobernar su casa y negocios y no ser víctima de errores y explotaciones, si todos los días del año se los ha de pasar encorvado sobre la tierra…? Con los ojos fijos en ella, corre el peligro de rebajarse y ahogarse en la materia…
Pues bien, como el prelado de Calahorra en la España agraria, en esta era de la “terciarización” y el consumismo, el jubilado del rincón teme que la “mercantilización” de los domingos contribuya a la alteración -para mal- de los ritmos de vida y de las pautas sociales de convivencia. Y, frente a esa amenaza, reivindica el domingo como símbolo, primero, de la obligaciones que las personas tenemos para con nosotros mismos y para aquellos que nos rodean, y como tiempo real, también, para atenderlas. Es decir, para alimentar las creencias, claro, y para la introspección y las relaciones interpersonales, y para el disfrute de la naturaleza y de la cultura, y para el cultivo de las aficiones, y hasta para la pereza; en definitiva, para el desarrollo de la persona y, en consecuencia, para el de la armonía social.
Mucho me temo que la ley de la Comunidad madrileña contribuya a empeorar las cosas. Puede que el domingo siga siendo, como siempre, el día del Señor; pero de “otro señor”, el mercado y el consumo, y de otros templos, los centros comerciales.
Una lástima. Puestos a cambiar de dios, podíamos haber aprovechado el viaje para apoderar al hombre, para elevar su condición. Pero no. A partir de mayo, si Dios no lo remedia, rendiremos culto, y tributo, ¡al Corte Inglés!
Así es… Pero hay gente moviéndose:
Campaña contra la liberalización de horarios comerciales.
“O tomamos partido, o el pequeño comercio desaparecerá”.