Cuando a uno le dicen frases como “cada cosa a su tiempo”, “la vida pone a cada uno en su sitio” o “de todo se aprende” suenan a burdo cliché. Excepto si la frase proviene de una señora de 108 años.
En ese caso, es como si lo dijera el chamán del pueblo agitando una calavera. Te da miedo contradecirle.
Por otra parte, los que no hemos nacido particularmente optimistas necesitamos carburante para mantenernos a flote, ya que nuestras reservas se agotan rápidamente. El caso es que esta señora de aquí abajo reúne las dos cosas: tiene 108 años y ha sobrevivido un campo de concentración nazi sin perder la sonrisa. Resume su experiencia así: «Todo es un regalo».
Alice Herz Sommer, consumada pianista y la superviviente del Holocausto de mayor edad, salvó su vida gracias a su amor por la música (su religión, insiste). Sus padres y su marido murieron a manos de los nazis, pero ella y su hijo de cinco años consiguieron salir adelante. Tocaba para entretener a los asesinos de sus familiares y, cada día, se arriesgaba a morir si no les gustaba su actuación, tal y como cuenta en su biografía, escrita a los 100 años, “A Garden of Eden in Hell» (Un jardín del edén en el infierno).
A los 108 años, sigue tocando el piano varias horas al día, y su risa es cristalina y sincera. Dice cosas como «ya sé sobre lo malo, pero me fijo en lo bueno”. O “lo peor en la vida es el aburrimiento, cuando la gente no sabe qué hacer consigo misma”. Asegura estar agradecida por todo, porque “todo es un regalo”. Para esta señora, que dice que no odia, porque todos tenemos una parte buena y otra mala, “la vida es bella, extremadamente bella. Y cuando eres viejo lo aprecias más”. El mérito no es suyo, asegura, sino de su madre, que siempre le dijo que cada día “tenía que poner algo bueno en su cabeza”, y que “quejarse no sirve para nada”.
En fin, ya digo: 108 años de optimismo. Algunos nos conformaríamos con bastante menos.
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